Una adecuada meteorología en consonancia con el ciclo vegetativo de la vid y un óptimo estado de maduración de las uvas, auguran extraordinarios resultados: vinos con una fuerte concentración cromática y muy aromáticos.
Tras una cosecha, la de 2017, marcada por las heladas y la sequía, pero magnifica en cuanto a calidad, 2018 se presenta como una añada capaz de redimir los resultados cuantitativos del pasado año y alcanzar o incluso superar los cualitativos. Todo ello, gracias a un escenario climático excepcional: un verano no demasiado caluroso, precedido de una primavera lluviosa.
Evolución meteorológica anual respecto a la vid
La climatología del año 2018 ha sido modélica para el ciclo vegetativo de la vid. Tras un invierno de nieves, la primavera entró con fuerza y, al contrario que otros años, resultó, lluviosa y templada.
El verano se presentó cálido y seco, factor que ayudó de manera cinética a la recuperación de las viñas después de las heladas del ciclo anterior.
Pero sin duda, el mes más importante para la maduración fue septiembre, debido a la extrema alternancia de temperaturas provocada por saltos térmicos de casi 20ºC entre el día y la noche. La vid se sirvió así, del mejor clima posible para el envero y la acumulación de pigmentos en las bayas.
Septiembre dió paso a un mes de octubre de magníficas características: temperaturas frías y días secos.
Un marco atmosférico que nos ha retrotraído a tiempos pasados cuando se recogía la uva en torno a la fiesta del Pilar.
Estas particularidades han contribuido de forma excepcional a que la añada 2018 de Bodegas Viña Vilano presenten una fuerte concentración aromática y cromática, con grados alcohólicos que oscilarán entre 13,5 y 14,5 %.
Aunque es pronto para augurar el resultado final, el equipo enológico prevé presentar al mercado unos vinos marcados por el grado de excelencia enológica que Vilano viene manifestando en los últimos años.